Nada espera al hombre
cuando en vísperas del amanecer
ha pasado las horas,
solo…
con su laberíntica quietud.
En los predios
de la cama, descalzo
la luz recibe
y aunque el primer rayo
penetre en la claridad de sus ojos,
hay obscuridades más profundas,
en las que ni mil soles
iluminan lo suficiente.
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