La negación del pasado, o la transformación parcial o total de los hechos que en él ocurrieron, es una característica de todos los gobiernos construidos sobre una base populista. Un buen ejemplo que viene perfectamente al caso puede ser la satanización del Pacto de Punto Fijo, el cual, fue descrito posteriormente por Rafaél Caldera como una medida urgente que fue tomada en rescate de la democracia, y efectivamente, tenía entre sus objetivos evitar que el ejercicio del poder sea ostentado por un solo grupo.
Sin embargo, el discurso populista del siglo XXI, borró esa imagen de la memoria colectiva, sustituyéndola por la terrible idea de una «democracia pactada» por un par de partidos políticos para turnarse el poder y repartirse equitativamente los pedazos de la «torta».
Ahora bien, el populismo es considerado por muchos politólogos e historiadores como algo muy peligroso para una nación, pero en el caso venezolano la crisis se profundiza cuando un gobernante populista adopta matices totalitarios.
Para entender el fenómeno totalitario en Venezuela, es necesario comprender que la democracia no es sinónimo de elecciones (mucho menos cuando éstas son unipartidistas, dispares, excluyentes o fraudulentas), sino más bien debe asociarse con la posibilidad de que todas las voces se escuchen, y más allá de eso, formen parte de la construcción y evolución del estado.
En ese sentido, no se puede ser populista, ni mucho menos socialista, y ser al mismo tiempo un demócrata, la razón es sencilla, la democracia va necesariamente relacionada con la libertad del individuo, mientras que las ideas mencionadas anteriormente sobreponen al Estado y al bien común por encima del individuo, y en ese sentido, un gobierno en busca del bien común decide cual es el mejor modelo de Estado, decide como combatir una crisis o quien maneja determinadas monedas y quien no; eliminando el pluralismo ideológico en su praxis, y con el, las libertades políticas y la democracia.
El Chavismo nunca gobernó democraticamente, por el contrario, ha ido siempre en busca de la hegemonía; si un medio habla mal del gobierno es censurado, si algún funcionario se interpone a los fines del gobierno es destituido, y si insiste en fastidiar generalmente va preso.
Sin embargo, los más de 800 casos de presos por razones políticas, la persecución contra medios de comunicación social, gobernadores y alcaldes parecen ser algo discreto, pues buena parte de la población se había mostrado indiferente o en desconocimiento de estos «detalles», y se mostró sorprendida cuando sorpresivamente el gobierno de maduro empieza a asumir competencias de otros poderes, convoca a una constituyente sin consulta previa, y ahora dicha constituyente carente de legitimidad se hace con funciones de otros poderes públicos, juzga opositores y ostenta un poder absoluto en el país, imponiendo sus decisiones por la fuerza.
A pesar de eso, la esperanza radica en que los embudos tienen un agujero por la parte inferior, Venezuela se mueve a través del embudo del totalitarismo, situación que intentará revertir asistiendo a unas elecciones dispares, excluyentes, con un árbitro parcializado y un pueblo moralmente desmotivado… ¿Y ahora?
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