Una dictadura no es más que un sistema de gobierno en el que se le atribuyen poderes extraordinarios a un mandatario, sin embargo cuando dicho mandatario abusa y se aferra a dichos poderes, la dictadura se convierte en tiranía. Las definiciones de dictadura y tiranía, así como sus diferencias tienden a ser desconocidas por muchos, asumiendo de forma casi automática, que ambos términos se refieren a la misma cosa. La razón histórica de este fenómeno, es que no existe un dictador que no se haya vuelto un tirano, posiblemente respondiendo a la lógica de la filosofía de la ilustración que postulaba que el poder corrompe, mientras que el poder absoluto corrompe absolutamente.
A pocas horas de unas particulares “elecciones” para una Asamblea Nacional Constituyente, el escenario nos muestra cosas terribles, vemos a muchos personajes manifestando descontento, unos hablando, unos escribiendo, unos marchando, otros en paro, otros trancando, otros con pancartas, y de ese modo un sinfín de personajes y formas. Pero en ese mismo acto se ve a un demagogo convenciendo a otros de que eso no está pasando. El ruido de las consignas de los marchantes es silenciado por detonaciones. Se ven unos personajes de verde, disparando, golpeando y atropellando al resto; pero ¿Cuál es el personaje determinante de esa obra tan aterradora llamada “La Venezuela de hoy”?
El personaje que abarca la cuasi totalidad de la tarima es uno muy particular, unos que están sentados, parados, bailando o caminando; unos que en medio del caos decidieron vivir su vida como si nada estuviese pasando. A éstos personajes les llamaremos los indiferentes.
La primera característica del indiferente es que está descontento con la situación que el país vive, se quejan de los precios, de la inseguridad y de la escasez de alimento; sin embargo, ha tomado la decisión de convivir con aquellas “pequeñeces” asumiendo que no está en sus manos solucionar los problemas, o en su defecto, deciden cruzar fronteras y abandonar el escenario “hasta que la cosa mejore” la pregunta es ¿es eso posible?
La tendencia generalizada es que el migrante no regrese a su país de origen, por la sencilla razón de haber construido su vida en el extranjero, sin embargo, el alto volumen de migrantes venezolanos por las naciones cercanas ha generado episodios de xenofobia por parte de los habitantes de las naciones que les reciben, personas que consideran que los extranjeros son una amenaza a sus trabajos y oportunidades.
¿Qué queda para Venezuela?
Venezuela es un paciente agonizante por la enfermedad de la indiferencia, ¿hay que quemar el país?… no necesariamente, pero existen muchas formas cívicas de manifestar el descontento, posiblemente la consulta del “SI, SI, SI”, haya sido la mejor hasta la fecha, sin embargo, muchas personas se abstuvieron de participar por miedo a perder sus trabajos, o casas (entendiendo que el estado es uno de los mayores empleadores del país , y que las viviendas otorgadas por las misiones sociales del gobierno no son propiedad privada de quienes las reciben, sino propiedad social respondiendo al esquema marxista).
En ese sentido se torna necesario preguntarse, ¿vale la pena el riesgo de manifestarse? El ejemplo ideal podría ser una mujer que sufre agresiones de un marido violento, la mujer no denuncia por miedo a que el marido se enoje y le golpee, sin embargo, al no denunciar, el caballero le sigue agrediendo impunemente. Esto quiere decir que el miedo, no es más que un freno en la búsqueda de su bienestar. Lo mismo ocurre en la sociedad venezolana, donde muchos se vuelven indiferentes por miedo, aun cuando por desaciertos en las medidas económicas del gobierno, el trabajo no les brinde sustento, no puedan alimentarse bien o vivir dignamente de lo que hacen, o corran el riesgo de ser víctimas del hampa y morir camino a ese trabajo, humillante y esclavizante.
Sin embargo, el llamado al dialogo hecho por el mandatario Nicolás Maduro, entre otras insinuaciones, invitan a pensar que el gobierno si se ha visto debilitado y afectado por las protestas, y que eso le conduce a reprimir manifestaciones, para silenciar la voz de quienes luchan por una mejor vida.
Estas reflexiones permiten sostener que si existe la posibilidad de un cambio, sin embargo se vuelve fundamental la acción de los personajes sumidos aún en la indiferencia, y no por patriotismo, sino más bien por sentido del beneficio personal. La principal razón de que muchos de los profesionales que se van del país en busca de futuro, encuentren un presente económicamente estable, haciendo labores que les desagradan y alejándose de sus familias, es que el futuro no se busca, sino que se construye, por lo que resulta necesario que aquellos que han decidido quedarse cuenten con el criterio y sentido de la oportunidad y la ética necesaria, para sacar a Venezuela del mar de deudas, devaluaciones, e inflación en que se ha estado sumergiendo continua e ininterrumpidamente por casi veinte años de autoritarismo.
Hasta el momento, las dudas impiden hacer cualquier tipo de pronóstico responsable sobre lo que ha de ocurrir, ¿habrá negociación o pronunciamiento?,¿se instalará la constituyente?, ¿se saboteará el proceso?, ¿la abstención se hará escuchar?, ¿habrá participación… o una operación de gigantesco fraude sin precedentes?… Hay muchísima incertidumbre en la cabeza de cada venezolano, que sin saber si se respetarán las bases de la República, busca alternativas para hacer escuchar su voz en medio del silencio.
Excelente articulo, creo que recoge la incertidumbre que siente gran parte de los venezolanos