Ella es. Y no es.
No es desconocida.
Ella es una señora
que a todos llena, a todos toca y a todos llega.
Y los llena de vacío.
Y los toca con tristeza.
Y les llega a destiempo.
Una señora imponente.
A su nombre muchos temen,
en su nombre, muchos luchan
por su nombre, muchos lloran.
Pues es ella, no cualquiera
Es La Gran Señora.
A su paso tiemblan aquellos
que el soplo han recibido
Porque les será arrebatado lo que no fue regalado
Lo que no sabían, era prestado.
Ella llega pronto, muy pronto…
O tarde, pero nunca demasiado.
Pues unos la esperan;
de ella otros huyen
Y la mayoría, su venida ni siquiera imagina.
Pues, es claro que una Gran Señora nunca avisa
Menos ella, que la puerta, aunque la abre, no la toca
Y ella misma, también la cierra, sin ser escuchada.
Insignificante todo es, cuando ella se asoma.
Nada vale, cuando su nombre se pronuncia.
Y aún más, todo recobra su valor cuando aparece.
Nada importa cuando ella está presente.
Y al contrario, todo importa desde el momento en que se muestre.
Todo eso es y no es ella.
Ella, que es La Muerte.
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