Caos y asco son palabras que se escriben con las mismas letras y tienen un responsable común en su actual versión capitalina: el alcalde Jorge Rodríguez, cuya gestión convirtió a Caracas en la caótica y asquerosa ciudad que hoy tenemos.
A mí me duele Caracas desde que tengo uso de razón. Y me disculparán los lectores que por esta vez escriba en primera persona.
Solo durante dos paréntesis he vivido fuera de la capital: uno involuntario, entre mediados y finales de los años 50’, cuando con mi madre y hermanas nos mudamos a Puerto Ayacucho para estar cerca de mi padre, quien había sido confinado a las selvas del Amazonas por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; y el otro desde 1969 hasta 1972 para estudiar un oficio técnico en Budapest, becado por los sindicatos húngaros.
De resto, toda mi existencia la he vivido, estudiado, trabajado, luchado, sufrido y disfrutado en Caracas, en cuya Maternidad Concepción Palacios nací como casi todos mis hermanos y hermanas.
Junto a mis padres, tuve ocasión de residir en el bloque 34 del 23 de enero, en las barriadas populares de El Cementerio (Las Palmas-La Vereda y Primero de Mayo), después en Coche y, ya independizado, de vuelta en El Cementerio, en El Paraíso, en Los Dos Caminos (municipio Sucre), en La Candelaria, en Altagracia y, finalmente, en dos sectores de El Recreo, parroquia en la que actualmente habito.
Caraqueño como me precio de ser al cien por ciento, tengo que decir con mucho dolor que de todas las etapas en que aquí he hecho vida, la gestión municipal del alcalde Rodríguez es –y por mucho- la peor y más ruinosa de todas las que han conducido los destinos capitalinos, con todo y haber dispuesto de la mayor suma de poder y de recursos financieros de toda la historia de Caracas, desde su fundación en 1567.
Jamás tuvimos una ciudad tan oscura, peligrosa e insegura, tan asquerosa por la abundancia de basura desparramada por doquier, tan destrozadas sus calles y avenidas, tan deplorable el estado de sus escuelas, tan lastimera la condición de sus hospitales y demás centros de salud, tan ruinoso su aparato productivo y comercial, tan destartalados sus servicios de transporte público, tan astronómicos los precios en los mercados municipales, tan poco confiables sus servicios policiales, tan descuidado y peligroso su cementerio municipal, una Caracas tan sufrida por sus empobrecidos habitantes y tan evadida como destino por el turismo nacional e internacional.
La Caracas que hoy padecemos, otrora orgullo indiscutible de propios y extraños, es producto del abandono y la desidia, de la ineficacia, de la irresponsabilidad, de la politiquería, de la prepotencia, del autoritarismo y de la corrupción. Esta deshecha ciudad tiene la innegable autoría del alcalde Rodríguez, quien estuvo al mando de ella por dos periodos consecutivos, ocho largos años de inescrupulosa indolencia. La obra de Rodríguez es lo que el propio Hugo Chávez llamaría una soberana plasta.
¿Vamos a dejar los caraqueños que el responsable de esta nefasta herencia municipal se vaya sin, por lo menos, la categórica censura electoral que merece?
Abstenernos, no ir a votar el 10 de diciembre, es favorecer el continuismo. También lo es votar por la candidata oficialista. Erika Faría es más de lo mismo, es el otro yo de Rodríguez. Así que votar por ella es premiar la funesta gestión del alcalde.
Los caraqueños queremos darle un drástico vuelco a la Alcaldía del Municipio Libertador. Una transformación por la que claman hasta las bases chavistas, tan afectadas como el que más por graves penurias sociales que no hacen distingos políticos, ideológicos ni de ninguna otra naturaleza.
Digo con firme convicción que ese necesario vuelco municipal lo encarna Maribel Castillo, la candidata de la unidad y del cambio democrático.
No tengo la menor duda: Maribel es la mejor opción, yo diría que la única, capaz de cerrarle el paso al continuismo y liderar a los caraqueños en la transformación de sus instituciones municipales y ponerlas al exclusivo servicio de los ciudadanos. Ella conoce al detalle la ciudad y los problemas de sus gentes, tiene amplísima experiencia municipal, es una luchadora popular, combativa, a tiempo completo y comprobadamente honesta.
El 10 de diciembre, al votar por Maribel Castillo en la tarjeta de Avanzada Progresista o el MAS, no solo estaremos castigando al irresponsable alcalde Rodríguez y salvando a Caracas de su otro yo, sino también abriendo las puertas a un renacer de la municipalidad, a una gestión de cara a los ciudadanos y a la solución oportuna y eficiente de los múltiples y graves problemas que arrastra la ciudad.
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