Estoy seguro de que ustedes conocen la fábula la rana y el escorpión (o el alacrán). Esa misma fábula de origen desconocido, que algunos dicen que es de Esopo. (Pero en tiempos de la Internet todo es de todos y nada es de nadie.) Ésta es:
Un escorpión (o alacrán) le pide a una rana que lo cargue sobre la espalda para poder cruzar el río. La rana recela, pero el alacrán (o escorpión), le promete no hacerle ningún daño pinchándole con su aguijón, aclarando incluso que sería absurdo de su parte proceder así, pues ambos se ahogarían. La rana se convence, pero en el medio del río el alacrán hace exactamente lo que dijo que no haría. La rana, ya ahogándose, pregunta: «¿por qué me pinchaste con tu aguijón? Ahora moriremos los dos«. El escorpión le explica: «es mi naturaleza, perdona«.
Un incierto epígono del fabulista griego (o uno de esos profetas de la nueva era, que no sé qué tiene de nueva ni de era) hiló una continuación de la historia. Algo así como la saga del alacrán:
El maestro vio cómo el alacrán se estaba ahogando y decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán también lo picó (ya se sabe que los alacranes no distinguen entre ranas y maestros). Al reaccionar por la picada, el maestro soltó al bicho, que cayó al agua y siguió ahogándose (se le recuerda al público lector que los alacranes, por lo menos los de las fábulas, no saben nadar, sólo pinchar). El maestro lo intentó otra vez y de nuevo el alacrán lo picó. El discípulo (todo maestro tiene un discípulo, o no sería maestro) que estaba observando le dijo: «Maestro, ¿no entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará? Es su naturaleza». El maestro respondió: «La naturaleza del alacrán es picar, pero la mía es ayudar». Y valiéndose de un palito, salvó al lindo alacrancito.
Seguro ustedes están pensando lo mismo que yo: ¿y la pobre rana? Bien, gracias. ¿Dónde estaba el maestro cuando el alacrán le propuso ese trato tan deshonesto a la ingenua rana? ¿Por qué el maestro no evitó la muerte de la rana? ¿Por qué ayudó al alacrán que mató a la rana? Ese maestro es un hijo de Buda, dirán. De acuerdo, digo yo. Pero es lo que sucede, día a día, en este injusto mundo. (Lo cual demostraría la veracidad de las fábulas o, por lo menos, que las personas parece que utilizan las mismas como modelos de conducta.)
Cuando el banco les presta dinero a personas que ya tienen dinero y éstas no pueden pagar (o no quieren pagar): los bancos renegocian, llegan a acuerdos, establecen contratos, refinancian. Es lo que sucedió cuando las grandes empresas norteamericanas ensambladoras de vehículos estaban al borde del colapso financiero: despidieron a los empleados (sólo ranas de ese lado) para reducir gastos, inyectaron dinero para que los accionistas mantuvieran sus márgenes de ganancias, porque pobrecitos los alacrancitos.
¿Qué sucede con las personas que pagan siempre el condominio de su edificio? Cancelan la alícuota en el monto que es, pagan lo que corresponde. ¿Y los que tienen una deuda muy grande? Reciben el beneficio de la renegociación: les rebajan la deuda con tal de que paguen. Lo mismo hace la alcaldía (todas las alcaldías) con quienes tienen tiempo sin pagar sus impuestos: si pagas te rebajamos un tanto por ciento. Lo ideal, pensaría cualquiera con mente de alacrán, es esperar que pase el tiempo con la deuda para que valga menos. Incluso, por mera inflación es rentable proceder así.
Si yo tenía una deuda que equivalía a 8 salarios, espero un año y mi deuda quizás sea el equivalente de cinco salarios: por más intereses que haya, las deudas crecen a menudo menos que los salarios; aunque usted no lo crea y piense que su aumento sigue siendo insuficiente. Claro, si compara sueldo con costos de bienes y servicios, es obvio que el sueldo es bajo. Pero si compara sueldo actual con lo que pagaba por la cuota del apartamento hace tres años, sale favorecido el sueldo. O sea, se puede vivir con las deudas, o se puede mantener a raya a las deudas, haciéndose el loco el mayor tiempo posible, hasta que llega el día en que puedes pagarlas.
No, no le estoy dando malos consejos a nadie, insinuando que se metan a alacranes y dejen de ser ranas. Porque de alacranes y escorpiones ya estamos llenos (así como de zorros y camaleones, según dice la canción). Lo que sugiero más bien es que los fondos monetarios internacionales, los banqueros, las alcaldías y juntas de condominio dejen de ser maestros que ayudan a alacranes y nos traten por igual a todos, seamos ranas o no. Eso, o nos ahogamos todos en el mismo río.
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