En sana lógica, era de esperarse que al instaurar el nuevo cono monetario el gobierno nacional inundaría el país con los recién estrenados billetes y monedas. Pero que va. La escasez de efectivo sigue presente en la cotidianidad venezolana y parece agravarse por la negativa gubernamental a poner en la calle suficiente cantidad de dinero contante y sonante.
Y como todo bien que escasea, resulta natural que haya gente dispuesta a pagar por los nuevos billetes y monedas algo más de lo que estos efectivamente valen. Esa es la razón por la cual esos instrumentos de pago se cotizan en la calle por encima de su valor nominal.
Pongamos un simple ejemplo. Si una persona tiene que tomar diariamente varias camionetas para ir de su casa al trabajo y viceversa, tiene forzosamente que pagar el pasaje en efectivo. No hay otra. El camionetero no recibe transferencias, ni cheques, ni pagarés, ni tarjetas de débito, ni de crédito, ni mucho menos excusas. ¿Cómo hace esa persona si los bancos públicos y privados apenas entregan cifras irrisorias en efectivo a sus cuentahabientes? ¿Se va caminando? ¿Se queda en su casa so pena de perder el empleo? ¿U opta por comprar mediante transferencia billetes y monedas por encima de su valor?
La escasez de efectivo también ha inaugurado una nueva modalidad en el día a día de las transacciones comerciales. Si usted va a comprar algún producto con dinero en efectivo podrá adquirirlo a un determinado precio, pero si lo va a adquirir mediante tarjetas de débito o transferencias, el mismo producto deberá pagarlo tres o cuatro veces por encima del precio en efectivo.
Nadie más que el gobierno es responsable de tal realidad. No son los pensionados y jubilados los responsables del bachaqueo de efectivo ni mucho menos del gigantesco déficit de circulante en papel moneda y en unidades metálicas.
Antes por el contrario, son precisamente los ancianos que viven de sus pensiones de vejez o de jubilación, quienes más requieren del dinero en efectivo para costear sus pasajes y adquirir sus alimentos y medicinas a precios más accesibles. De modo que resulta injusto e insultante que el presidente Nicolás Maduro acuse a estos compatriotas de la tercera y cuarta edad de semejantes prácticas. Pero aún si hubiere algunos ancianos que incurren en el bachaqueo de efectivo sería un despropósito generalizar y lesionar la integridad moral y ciudadana de estos hombres y mujeres que le entregaron varias décadas de su vida al trabajo honrado.
Razón tienen los “viejitos” de aclararle al gobierno que no están pidiendo dádivas sino el pago completo de sus pensiones, fruto de su esfuerzo contributivo y el de sus patronos. Para eso ellos tuvieron que trabajar y pagar cotizaciones al Seguro Social durante cuando menos 750 semanas y alcanzar la edad de 55 años las mujeres y 60 los hombres.
Después de veinte años en el gobierno, los jerarcas oficiales y sus gargantas repetidoras cacarean hasta la saciedad que en el pasado los pensionados del IVSS no llegaban a 400 mil y recibían menos del salario mínimo mensual, lo cual es cierto. Pero esconden que los venezolanos, incluidos los pensionados, jamás habían pasado por una crisis económica y social tan espantosa como la que están viviendo hoy en el maravilloso Socialismo del Siglo XXI.
Aquello es clavo pasado. La llamada “revolución bonita” debería garantizarle a todos sus ciudadanos, en especial a sus hombres y mujeres de la tercera y la cuarta edad, la mayor suma de felicidad posible, tal como lo ofrecieron los voceros gubernamentales.
Por cierto ¿Dónde estarán los bonos de alimentación, los bonos de salud, los bonos de recreación que el entonces presidente Hugo Chávez y la élite gobernante prometieron a los pensionados y jubilados? Nada de eso. Ahora lo que hay es maltrato e insultos para ellos.
Se los acusa de bachaquear los piches bolivaritos que el gobierno les regatea a través de la banca, pero poco o nada dice Maduro y su combo de los muy honorables bachaqueros a los que el régimen entregó miles de millones de dólares preferenciales a precios de regalo para que amasaran enormes fortunas, tal vez compartidas con algunos jerarcas rojo-rojitos.
Como siempre, termina el gobierno endilgándole a otros sus propias culpas. Ahora le tocó el turno a los “bachabuelos”.
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