Los niños son, sin discusión alguna y por consenso humano, lo más sagrado y delicado en el mundo. Los niños son, en esencia y en efecto, el mayor tesoro de una nación y el futuro de un país.
En Venezuela, el ex-país de petróleo y reinas de belleza, los infantes buscan en la basura porque no tienen qué comer. Ellos, los niños, nuestros niños venezolanos, rompen las bolsas en busca de comida, su techo es el cielo y su cama un montarral, no saben de libros o colores, pero sí de pistolas y puñales. ¡Qué vergüenza!, ¡qué tristeza!, ¡qué miseria somos como sociedad! Hemos entregado a nuestros niños a la criminalidad, se forman como mendigos, se preparan para delinquir. No tienen escuela, no tienen educación, no tienen hogar, no tienen la culpa de esta situación. Se mal-alimentan, se des-nutren, se mal-forman en la crisis nacional. Todo esto ocurre frente a todos, algunos se lamentan y pocos, muy pocos, hacen algo.
Me duele y no me sirve el acetaminofén, siento pena y vergüenza de mí mismo y prefiero no verme al espejo pequeño de mi celda en el SEBIN, veo la decadencia en nuestras calles sin observar directamente, siento tristeza lacerante en mi corazón y no hay antidepresivo que la calme.
¿Qué merecemos entonces? Al parecer, importa más quiénes son los candidatos a cargos burocráticos y las incoherencias de políticos inútiles, que las manitos de los niños agachados en las esquinas recogiendo del suelo las migajas descompuestas para llevarlas a la boca. En el aparente confort importa más lo que dice Tibisay y Rosales, arriba en sus tronos, que la madre desesperada y sin comida a unos metros de distancia.
Es un crimen y un escándalo, una ofensa imperdonable, un delito internacional, que se haga bullying a los hijos del PSUV y militares que comen en los más finos restaurantes de Londres y París. Pero callamos, preferimos voltear a otro lado, cuando vemos a los niños comiendo las sobras de los edificios y urbanizaciones en Caracas y en Valencia. El gobierno los niega y para la oposición no son una prioridad. Sé muy bien de Diputados que trotan con su ipod y pasan al lado de los niños, descalzos y desnutridos, en Prebo, asumiendo que eso no es asunto de ellos.
Somos unos No-Humanos. Somos unos desgraciados.
El gobierno tiene la culpa de 1 millón de cosas, la oposición de otro montón más. Pero ninguno de “los dos bandos” y sus bandidos demagogos, son culpables de nuestra falta de humanidad individual, de nuestra indolencia personal, de nuestra absurda irresponsabilidad. Somos bestias que queremos vivir bien sin dejar de ser bestias. Somos salvajes con teléfonos inteligentes que queremos “un mejor futuro” sacrificando nuestra infancia.
No esperemos un mesías, no perdamos más el “time”. No esperemos por políticos, porque ellos no hacen nada que no puedan “capitalizar”. No olvidemos que, simple y llanamente, los niños no votan y por eso los ignoran.
No hay excusas, no las hay, ni las habrá nunca jamás. Sí podemos hacer algo, bastante en realidad. Que la razón de una “unidad” sea esta, ayudar. ¡Debemos actuar ya! De manera contundente. Les ruego que este domingo salgamos. Vamos, que mi mami y sus vecinos lo harán en Valencia, muchos otros en todo el país. Vamos a reunirnos, pero no para protestar contra algo, más bien salgamos a favor de algo. Vamos a llevarles comida y amor a los niños en las calles ¡Que Dios ilumine nuestra sociedad!
Nota Importante: “No solo de pan vive el hombre” por eso cada plato de comida debe darse con un abrazo sincero cargado de amor y una palabra genuina cargada de educación. Es sólo el comienzo de algo maravilloso.
Lorent Saleh
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