El problema es que confunden la nobleza venezolana con la estupidez colectiva. El problema es que la mayoría de los políticos venezolanos están seguros y absolutamente convencidos de que somos ignorantes y nos fallará siempre la memoria. Es por eso que hacen y deshacen, hablan de atrás para adelante, no mantienen la palabra y juegan con las esperanzas de las personas sin el más mínimo respeto: no ven seres humanos, simplemente ven números, rellenos, masa, nos les importa más que atender el ego y la ambición, y para ello se convencerán -no todos, algunos- de sus propios cuentos y discursos. Hablan mucho y escriben poco, para falsificar y cambiar con facilidad sus promesas.
Los políticos de hoy, la mayoría, la buena mayoría, asumen ser súper dotados, creen ser más inteligentes que el resto de los ciudadanos, tocados por la divinidad, con licencia para manipular y usar a las personas sin importar las fatales consecuencias. Han de confundir, conscientemente, la inescrupulosa viveza criolla con la genuina inteligencia humana.
Cuando un «dirigente» cree que “de indignidad nadie se ha muerto», ya nada queda por hacer o esperar de él, más que desastre en contra de la decencia y la ética. Las últimas liberaciones tomaron por sorpresa a muchos, pero no a todos. Tras las rejas suceden muchas cosas, no sólo la violencia es institucional.
Las personas incursionan en la política cual pirata se arroja al mar, en la búsqueda de un tesoro por saquear. Cual mercenarios, ven los cargos de gobierno como botines de guerra y le ponen por nombre “espacios políticos”. En realidad se esfuerzan por hacernos creer que es necesario, casi que de vida o muerte, que los llevemos ciegamente y sin condiciones a esos “espacios”, si no lo hacemos somos unos “traidores que no creemos en la democracia”, ¡Qué abuso! ¡Qué desgracia! El no apoyar irracionalmente sus aspiraciones políticas, es casi un pecado capital, ciertamente nos creen estúpidos e ignorantes. Generalmente caemos en su trampa.
Les advierto, vendrán más dolorosas decepciones, saltos y brincos de talanqueras y partidos, vendrán más contradicciones… Pero atención, ¡Que no cunda el pánico! Pues en momentos de dictadura y decadencia como vivimos hoy, los enemigos de la libertad buscan quebrar la moral y las esperanzas utilizando a débiles “políticos” con ansias de poder haciendo uso de las más sucias triquiñuelas. Finalmente todo será parte de la necesaria depuración de la política venezolana, del dramático transitar que, como sociedad, no podremos esquivar camino a la liberación nacional. Para construir una sociedad realmente libre, debemos dejar de creer en los políticos demagogos y confiar más en nosotros mismos como ciudadanos y en nuestra capacidad de crear y construir futuro. El verdadero poder transformador no está en un cargo de gobierno, está en la voluntad del corazón y el amor a un proyecto.
Vengo de La Tumba, de convivir con la muerte y la soledad, sobreviví a ella y preferí cortar mis venas antes de ser parte de trampas y jugarretas de la que, por cierto, la fiscalía de Luisa Ortega y el Gobierno querían montar, como parte de una “negociación” para ser liberado. En principio pensé que me salió caro, pues varios pisos bajo tierra es realmente un infierno, hoy veo que aguantar las torturas y el dolor valdrá la pena, una causa sin dignidad es simplemente una causa perdida. Definitivamente he dudado en medio de la soledad y el silencio de una oposición que nos abandonó y que prefería no nombrarme. Como no, claro que pase por duras pruebas y más de una noche le reclamé infantilmente a Dios.
He llorado las traiciones que hermanos de generación le han propinado a la causa libertaria, pero finalmente entendí: soy humano y todos somos igualmente humanos. Por eso insto, desde mi liberal y ciudadano corazón, a no poner las esperanzas en hombres salvadores, ni mesías políticos. Crean en ustedes mismos como individuos, en su hogar, en su familia, léase bien, la familia, que es el verdadero espacio que importa y que lamentablemente está bastante devaluada su importancia en la sociedad. La solución a las desilusiones que sufrimos por los “errores” cometidos a diario por políticos, es no esperar nada importante de ellos. Es desde cada corazón que vendrá el verdadero cambio en Venezuela.
Yo, por lo tanto, se que no saldré de esta celda pronto. No dejaré de ser un Defensor de los Derechos Humanos en tiempos de dictadura. Me niego a ser un instrumento más de la destrucción de mi país. Acá, en estas cuatro paredes soy más libre que muchos líderes venezolanos que han hipotecado la dignidad y las ideas. No hay por qué bajar la guardia, no hay por qué desanimarse. Vamos Venezuela que estas cadenas que hoy nos atan a la miseria están a punto de romperse, vamos que nada que valga la pena se consigue fácilmente. Pronto los venezolanos levantaremos la bandera de la dignidad con orgullo y sacrificio y, conscientes de nuestro destino, llevaremos a buen rumbo el país.
Lorent Saleh
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