A muchos de ustedes no conozco en persona, pero afortunadamente el dolor en ocasión sirve al bien. En este caso nos llevó a encontrarnos y sabernos en esta causa que a todos nos supera, y que no es cualquier causa, es la noble causa de alcanzar la libertad de nuestra amada Venezuela.
Inicié junto a varios compañeros de la universidad las luchas del movimiento estudiantil en el 2007, hace ya más de una década -cuán rápido pasa el tiempo. En ese momento decidimos pintar las manos de blanco, levantar la señal de resistencia no-violenta y gritar a viva voz “¿Quiénes somos? ¡Estudiantes! ¿Qué queremos? ¡Libertad!”.
Recuerdo que antes de salir a la calle, el país había -como hoy- dejado de creer. Entonces irrumpimos en la política con sueños de colores y nos abrimos paso entre los partidos y sus políticos, y cuando nadie creía que podríamos, lo logramos. El 2 de diciembre del 2007 derrotamos al tirano Chávez. Recuerdo que esa madrugada los políticos (los mismos que hoy nos entregaron) nos pedían rendirnos porque “Chávez había ganado y no había nada por hacer”. No lo aceptamos, nos mantuvimos en la calle. Teníamos mucho miedo, pero resistimos y nos empezamos a preparar para combatir en cualquier terreno. Éramos unos niños, pero teníamos los sueños grandes y el corazón cargado de amor. Llegamos a sentirnos invencibles, y entonces, en el medio de la tensa calma de la madrugada, inició la cadena nacional y salió el dictador con su mejor cara de descontrolado y sus puños hinchados y dijo “han ganado, es una victoria de mierd…”.
Luego de eso nada ha sido fácil, han sido muchos los traspiés y las caídas, las desilusiones y las traiciones. No ha habido tiempo para descansar. Muchos se rindieron, otros se entregaron al sistema y se convirtieron en los nuevos politiqueros que tanto habíamos enfrentado.
En el 2014, luego de que la dictadura asesinara a Bassil, a Redman y a muchos más, fui traicionado y entregado, esa vez fue diferente. Me metieron en una celda a 5 pisos bajo tierra en un lugar llamado “La Tumba”. Fue muy difícil, llegué a desear la muerte y preferí cortar mis venas y colgarme con una sábana antes de entregar a mis hermanos. Pude sobrevivir a todo eso y aún sobrevivo a este infierno.
Tres años después de estar en prisión, de ver como todo el país se consumía en la indiferencia y con ello las posibilidades de un cambio, estaba muy deprimido y lloraba en silencio por las noches. Sentía que mi generación había sido derrotada por la dictadura y especialmente por los politiqueros de oposición; me preocupaba que no hubiera un relevo y me culpaba al respecto. De repente, cuando menos lo imaginé, pasó algo especial, realmente especial, a lo que llamé el Realismo Mágico de la juventud de Venezuela.
Quién imaginaría que 10 años después del nacimiento del movimiento estudiantil la dictadura iba a continuar aún más criminal, y, que aun así, saldría desde lo más profundo de las entrañas del país una nueva generación de hermosos y heroicos jóvenes como muchos de ustedes que sin miedo volvían a levantarse en resistencia, irrumpiendo en la realidad y haciéndonos creer nuevamente.
No ha sido nada fácil; sacrificios tras sacrificios han marcado esta ruta que decidimos embarcar, pero ¿saben algo? La clave está en no rendirse. Ellos, los villanos, no son más fuertes ni mejores que nosotros, quienes amamos la libertad. ¿Quién dijo que sería fácil? ¿Acaso no sabemos que nada que valga la pena se consigue fácilmente?
La libertad es algo que vale la pena, quizás nada como ella vale más la pena. No será fácil, no tiene por qué serlo. Y les confieso algo… No quiero que sea fácil alcanzar la libertad de nuestro país, porque debemos sentir desde lo más profundo del corazón cuán cara es la libertad, así la cuidaremos como lo más preciado que tendremos, existirá consciencia entonces y no dejaremos que nos la vuelvan a quitar nunca más. Sospecho que nuestros padres no supieron el valor de ella y por eso hoy nos tocó cargar sus cruces, ahora están ustedes huyendo por salvar sus vidas, unos tras las rejas y otros en el cielo.
En todo caso, ya no es tiempo para reproches, es el tiempo de secar las lágrimas, subir la mirada, respirar profundo, pintar las manos de blanco, levantar de nuevo nuestros escudos de cartón, abrirnos paso con honor entre los obstáculos y gritar ¡viva la libertad!
Llamo a todos aquellos jóvenes que aman Venezuela y que salieron con pasión a defender la libertad a que no se rindan, a que vuelvan y nos levantemos nuevamente hoy cuando el país nos necesita más que nunca. Los llamo a que nos manifestemos pacíficamente y con contundencia, desde donde estemos, usando nuestro talento y conocimiento contra la dictadura y por la libertad del país. No será fácil, pero nada que valga la pena se conseguirá fácilmente, y es justamente la libertad lo que más vale en la vida de un hombre. Venezuela nos necesita, ¡no la dejemos sola!
Yo por mi parte, desde los calabozos levantaré mi voz hasta morir.
Lorent Saleh
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