Una de las cosas más preocupantes que ha producido el paulatino y notable deterioro de la sociedad venezolana, es su deshumanización. Eso que nos ha hecho empezar a ser individualistas antes que solidarios, “rolo e’ vivos” en lugar de honestos, interesados, en lugar de generosos. Por supuesto, esto es una generalidad; sé que todavía hay quienes apuestan a lo bueno que tenemos como seres humanos, pero esos sentimientos se ven a veces magullados por otras tantas injusticias que nos afectan.
Un ejemplo sencillo y por el que he decidido hablar del tema, es el asunto del transporte público. Y es que los conductores o a veces ni siquiera ellos sino sus colectores, se aprovechan de la falta de autobuses (uno de los efectos colaterales de la inflación, la mala gestión y demás vicisitudes bien conocidas por todos, como la escasez de repuestos y lubricantes) y cuando comienzan a acercarse las últimas horas de la tarde, comienzan a abusar exponencialmente de los precios del pasaje.
No digo que no sea cierto que mantener un vehículo de cualquier tipo, inclusive una bicicleta sencilla, cuesta muchísimo, y que los que viven de ser transportistas no la tienen fácil, pero es que ¿y quién sí? Porque les aseguro que nadie que tenga que viajar en autobús vive con más comodidad que el que lo maneja; cuidado si no peor. Entonces, ¿por qué aprovecharse de la angustia de las personas por llegar a casa a sabiendas de que mientras oscurece, disminuyen las posibilidades de conseguir cualquier medio de transporte hasta el hogar?
Es así como la gente se comienza a desesperar y a luchar por entrar en el bus, a golpes, empujones y arañazos, porque lo que importa llegar a casa, y el que no se montó como pudo, es “tremendo pendejo”. Mientras tanto, el colector cobra cuanto quiere, porque sabe que las personas con tal de poder volver a casa pagarán cualquier cosa, así se queden con nada ante la falta de efectivo que también nos aqueja.
Sin embargo, mi moral, mi ética, mi humanismo y hasta mi lógica me dicen que lo correcto debería ser todo lo contrario. Que una persona que ofrece un servicio público se debe a la gente y que justamente por eso debería sentir cierta responsabilidad y si no, cierta caridad por el otro al que sirve. Esos cuatro pilares de mi consciencia me indican que el deber ser es todo lo contrario pues justamente por lo tarde, uno tendría que sensibilizarse y ofrecer accesibilidad al transporte, no obstaculizarla.
Y es que tampoco deberíamos empujarnos entre nosotros sino interesarnos porque todos quepamos, aún en los huequitos (por no ponernos a hablar de que debería haber suficiente cantidad de vehículos); deberíamos querer que todos lleguen con bien a sus casas, no gritarles que si quieren hacerlo, tendrán que pagar hasta tres veces el precio; porque además, lo hacen con altanería, con molestia, humillándolos, como si estuvieran haciendo un favor muy pesado y no su trabajo. ¡Ah! y ni te atrevas a tratar de hacer uso de tu derecho de pagar menos como estudiante o adulto mayor; nada de eso cuenta después de las 5 de la tarde, cuando tienes que dejar de lado tu dignidad para poder subirte a un autobús, sin atreverte a pelear porque son capaces hasta de bajarte y que te quedes ahí, esperando que quizá llegue otro transporte más a tratarte igual o peor. En fin, deberíamos querernos como “hermanos venezolanos” que tanto nos llamamos.
Nos encanta decir que somos fraternos, que nadie como el venezolano para ser servicial y hospitalario. Pero quien venga con esa idea en la cabeza y se atreva a mirarnos un día en el metro, en el autobús, en la cola, estará seguro de que tales afirmaciones no son más que sarcasmo. Porque en lugar de sentir cordialidad, gentileza, humanidad por el otro que siente la misma angustia que uno y ayudarle, sentimos egoísmo y nada más que interés propio. Creo que esa es la mayor victoria que las medidas políticas con las que se maneja el país han conseguido: la división, la separación, la desidia, y en resumen, la deshumanización. Y eso es algo que está en nada más que nuestras manos cambiar. Quiero seguir apostando a que eso es posible.
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