Pasiones políticas aparte, el aumento del salario mínimo a 180 millones de bolívares mensuales está más que justificado. Más aún: se quedó corto. Cortísimo.
Si lo comparamos con el costo de la canasta básica familiar, habría que decir que el aumento dictado por el presidente Nicolás Maduro es un saludo a la bandera. Recordemos lo que dice, a la letra, el artículo 91 de la Constitución Nacional: “Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales… El Estado garantizará a los trabajadores y trabajadoras del sector público y del sector privado un salario mínimo vital que será ajustado cada año, tomando como una de las referencias el costo de la canasta básica…”.
Las cifras dadas a conocer hace apenas unos días por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, que dirige Oscar Meza, revelan que para el mes de julio el costo de la canasta básica se elevó a 1 millardo 157 millones 252 mil 851 bolívares. Eso significa que el nuevo salario mínimo apenas cubre el 15,55 por ciento del costo de los productos y servicios que integran esa canasta. Es decir, que una familia promedio tiene un déficit mensual de 977 millones 252 mil 851 bolívares para poder cubrir el costo de esa canasta. Con el agravante de que este estudio no incluye, por corresponder a otro periodo que no ha concluido, los sucesivos y drásticos aumentos de precios y tarifas que han tenido lugar durante el presente mes y que serán contabilizados en el próximo informe del CENDAS, correspondiente a agosto.
Ciertamente, el nuevo salario mínimo sigue siendo menos que mínimo. Y más aún si lo comparamos con los niveles que alcanzan los del entorno latinoamericano.
Según la edición del diario peruano La República, correspondiente al 15 de agosto, los siguientes son los salarios mínimos que rigen en la región: Argentina 498 dólares. Uruguay 470 dólares, Chile 455 dólares, Ecuador 391 dólares, Paraguay 371 dólares, Brasil 325 dólares, Perú 270 dólares y Colombia 265 dólares.
¿A cuántos dólares alcanza el nuestro? Al momento de ser anunciado, el nuevo salario mínimo equivalía a solo 30 dólares mensuales. Cifra que, producto de la pulverización continuada de nuestra moneda, equivaldrá a mucho menos cuando entre en vigor el 1º se septiembre.
El problema de fondo no es el nuevo salario mínimo sino el modelo económico, que aún con las variantes que acaba de introducirle Maduro, continúa atado a esquemas excesivamente intervencionistas y controladores de la actividad económica y productiva, así como de sus actores, incluidos los empresarios y el movimiento de los trabajadores.
Adicionalmente Maduro, su equipo de gobierno y sus torcidas prácticas políticas y administrativas, carecen de la credibilidad indispensable para garantizar a los inversionistas nacionales y extranjeros un mínimo de confianza que los convoque a invertir en nuestro país.
Aparte de que las medidas económicas anunciadas por cuentagotas por los voceros gubernamentales parecen no tener el financiamiento fresco necesario para sustentar el gasto que implica su ejecución por parte del sector público, de lo cual se deduce que el régimen apelará nuevamente a la maquinita de imprimir dinero inorgánico, es decir billetes y monedas sin respaldo.
En consecuencia, la hiperinflación acelerará su marcha y se tragará rápidamente el aumento salarial y con él las ilusiones populares de un mejoramiento en su poder adquisitivo.
¡Ojalá estuviésemos equivocados y las medidas oficiales tuviesen éxito en beneficio del país y de sus gentes!
Pero esa posibilidad luce muy distante de ser realista.
Y cada vez es mayor el convencimiento de que para frenar en seco la hiperinflación es indispensable un plan como el propuesto en su campaña presidencial por Henri Falcón y su equipo, encabezado por Francisco Rodríguez, cuyo programa de gobierno contemplaba un giro de 180 grados en la conducción de la economía, eliminación del control de cambios, recuperación y fortalecimiento de la industria petrolera, garantías para un sector privado fuerte y un mercado vigoroso, dolarización de los salarios y medidas solidarias para los sectores vulnerables.
El plan de Falcón, quien no tenía complejos para acudir y obtener financiamiento del Fondo Monetario y demás fuentes de crédito internacional, prometía un salario real de 75 dólares para el primer año de gobierno con aumentos anuales hasta llegar a 300 dólares el cuarto año.
Dos millones de venezolanos votamos por él. Muchos otros se quedaron en sus casas y prefirieron que en Miraflores siguiera Maduro. Y ahí está.
¡Pelamos ese boche!
Be the first to comment