El 8 de septiembre del año 2000, los jefes de estado de 189 países firmaron la Declaración del Milenio, en la que prometieron reducir la pobreza, el hambre, la discriminación y otros muchos problemas comunes entre las sociedades humanas.
Si bien, una gran mayoría de las personas pasó por alto este acontecimiento, en 2014, el columnista Moisés Naím, afirmó que la humanidad había experimentado la mayor reducción de la pobreza en la historia 13 años después de ese septiembre. Para el momento 500 millones de personas habían salido de la pobreza, la mortalidad infantil había reducido un 30% y las muertes por malaria en un 25%.
Según el mismo Naím, en sus libros Repensando el Mundo Y El Fin del Poder, describió muy acertadamente un mundo en el cual el poder se estaba democratizando, en ese sentido, resulta cada vez más fácil acceder al poder y que a su vez el poder es cada vez menos amplio.
En un contexto mundial que se distancia progresivamente de las dictaduras y la pobreza (a un paso muy lento pero ciertamente decidido), donde los espacios de debate son acaparados por temas como la aprobación de la marihuana con fines recreativos, el matrimonio igualitario, el uso de drones para fines comerciales e incluso el carácter del internet como necesidad fundamental y hasta como derecho humano; en un mundo donde la educación gratuita online y las impresoras 3D que imprimen zapatos y partes de vehículos se abren paso desde la ciencia ficción directamente a la realidad presente… en ese mundo hay un país de 30 millones de ciudadanos que muy lejos de esas mieles, es víctima de una crisis sin precedentes, ese país es Venezuela.
En el mismo mundo donde se debate sobre legalizar drones repartidores de pizza, una dictadura encarcela a quien piensa distinto en un país donde la inflación, la escasez y un crecimiento descontrolado de la pobreza ha generado una diáspora incalculable, en la que según el diputado venezolano Américo De Grazia, diariamente diariamente, 5. 800 venezolanos cruzan la frontera de Venezuela hacia Brasil.
Ambos contextos nos muestran que Venezuela, muy lejos de compartir una realidad común latinoamericana, parece estar encerrada un una burbuja, completamente aislada del resto del mundo. En la burbuja del retroceso donde cada día los precios suben y la moneda se devalúa, existe el país que tuvo la democracia más estable de América Latina hace unos años.
¿Hay esperanza de mejoría?
Activistas de derechos Humanos y líderes políticos de la oposición se aferran que los continuos desaciertos en política económica impulsen un cambio político a mediano plazo, sin embargo, el escenario de un cambio de gobierno próximo viene acompañado de un grupo de desafíos, entre ellos, la aplicación de una política que permita estabilizar la economía en Venezuela, disminuir la inseguridad y la violencia total y sobre todo, el de crear instituciones que generen confianza al pueblo venezolano… ¿Podremos explotar la burbuja del retroceso?
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