La intersección entre el periodismo y la literatura

“…De tan glorioso caos puede surgir, de la fuente más inesperada, de la forma más inesperada, algunos nuevos, gruesos y bonitos cohetes titulares periodísticos que inflamarán el cielo”.

Tom Wolfe, El Nuevo Periodismo

 

La trascendencia del periodismo recae principalmente en lo social, su poder de denuncia, de libertad de expresión, de mostrar realidades. Sin embargo, en ocasiones lo impersonal de relatar hechos en busca de una objetividad que el hombre no es capaz de alcanzar por más que intente pues es subjetivo por naturaleza, no permite que el periodismo logre esa trascendencia social que tanto busca, quedándose solamente en la fase de muestra y enumeración de problemas e informaciones que aparentemente no tienen relación alguna, carentes de interpretación. Por tanto, cuando la vigencia de un hecho acaba, también muere su relevancia.

Por otra parte, la literatura también consigue su importancia dentro de lo social, forjando vínculos emocionales con las personas, sean lectores o solo audiencia influenciada por la obra escrita, al tratar temas humanos; muy humanos, que retratan las preocupaciones más profundas y recurrentes del hombre, a través de cuentos, poemas y por supuesto novelas. La literatura se nutre entonces del caldo social, de lo que está latente más allá de la mera noticia en los diarios; lo que no se toca, pero se vive. Y sin embargo, hasta la década de los sesenta, no se hablaba de forma directa de lo que se vivía, precisamente, de lo real, lo no ficticio, sino que se presentaba con nuevos personajes que recreaban las emociones ya palpables en la sociedad. El problema estaba allí, en el subtexto, en el texto y el contexto, pero el evento real no ocurría; la novela era plena invención del escritor que buscaba reflejar lo que sí era real a través de sus escritos ficticios.

Pero entonces, los periodistas se atrevieron. Probablemente con un espíritu escritor y ansias de ser totalmente autónomos con la pluma, comenzaron a escribir sobre lo que conocían, e incluso procuraban investigar más a fondo sobre la noticia, lo actual, para mostrarlo luego de una forma nueva y atrayente, con maneras y recursos literarios que la frialdad de la redacción noticiosa nunca les permitió experimentar. Y esa tendencia que no tuvo mayor origen que el de querer explorar en la escritura, describiendo, explicando y narrando los hechos noticiosos de una manera más libre, profunda y vinculante con la realidad, llena de contexto, información, documentación y sobre todo personajes reales, conocidos e identificables, se llamó “nuevo periodismo”.

Claro que, como todo lo nuevo, hizo bulla. A muchos les maravilló, como quien encuentra una pepita de oro en medio del barro, pero otros lo aborrecieron. Periodistas y novelistas por igual lo consideraron una ofensa a sus profesiones; unos por creer que se corrompía el sentido más puro del periodismo, en el cual la dichosa pero imposible objetividad, en conjunto con la concreción, era la marca intransigente de la escritura periodística. Otros, por afirmar que se profanaba la literatura como un arte, mezclando ideas propias de otras disciplinas que para ellos no tenían relación alguna. El temor de que ambas profesiones se vieran perjudicadas por la aparición de este nuevo género es el mismo temor que surge cuando aparece algo fuera de lo común que rompe paradigmas para marcar una nueva era; como con la televisión se creyó que moriría la radio, o con los medios digitales se pensó (y aún algunos lo creen) que desaparecería el papel, los libros y los diarios, lo mismo sucedió con el Nuevo Periodismo.

Sin embargo, tal como sucedió en los ejemplos anteriores, no se trató más que de un temor infundado, pues el nuevo periodismo no apareció para relevar a nadie de sus puestos ni eliminar las categorías y géneros ya existentes, sino que fue una respuesta a una necesidad social; de los periodistas a tener una forma de explicar los eventos de actualidad de un modo en que realmente lograra conectar con las personas mostrando los hechos reales y todas sus implicaciones en lo social (tal como lo logró Truman Capote en su novela de no-ficción, A Sangre Fría; o Richard Preston con su obra sobre la pandemia del virus del ébola, Zona Caliente; y de la misma audiencia, esperando recibir informaciones completas, con eventos vinculados y noticias de amplio contexto que les permitieran dar un rostro a los problemas que antes tan solo se sucedían diariamente como eventos aislado, pero que al ser analizados con profundidad pueden conectarse entre sí y mostrar la complejidad de todo lo que generan y significan dentro de la sociedad. Se convierte entonces la crónica literaria en algo más, un grano de arena que contribuye a la identificación, entendimiento y solución de adversidades, contribuyendo así al avance social.

Finalmente, cabe acotar que se habla mucho del periodismo y de la literatura, así, por separado, como temas inconexos que no tienen modo alguno de relacionarse entre sí. Sin embargo, ambos se sirven del idioma para existir y son formas de comunicación con un mismo objetivo claro y conciso: el aprovechamiento del mensaje, cualquiera que este fuere, para el desarrollo social de la humanidad. Entonces, de allí se hace evidente que sí es posible esa relación entre ambas áreas del lenguaje, y con mayor razón es posible hablar con libertad del Periodismo Literario, aquella intersección que une dos líneas que estando frente a frente no imaginaron tocarse. Una disciplina que lento y en silencio, se hace presente como un género que muchos admiran pero pocos se atreven; aquel Nuevo Periodismo del que tanto revuelo se causó y del que hoy se hace referencia más a sus obras que a su nombre, una tendencia que se auguró muerta pero que ha seguido evolucionando luego de casi seis décadas. Tal como diría Tom Wolfe en su libro El Nuevo Periodismo: ¡El travesaño superior es del primero que se agarre de él!

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Acerca de Ruth Toro 11 Articles
Comunicadora social mención periodismo impreso especialista en redacción de contenido, artículos de opinión y escritura creativa. Bilingüe. Fotógrafa y locutora amateur. Intérprete en Lengua de Señas Venezolana. Apasionada por el doblaje de voz, la animación y la oratoria.

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