Cuando elegimos no elegir

Siempre que se avecinan elecciones, más de uno sale por ahí a decir que quien se abstiene de votar después no tiene derecho de quejarse por nada. Es el único argumento que se les ha ocurrido, a lo largo de la historia; una manera bastante simplista de enfocar el asunto y fácilmente refutable. Hay infinidad de asuntos que no elegí, con respecto a los cuales no tuve oportunidad de elegir, nadie me preguntó, e igual puedo quejarme, con razón o sin ella: no elegí tener los vecinos que tengo, pero puedo quejarme cuando escuchan música a alto volumen; no elegí cómo sería mi nariz; no elegí los contenidos que se ven en la escuela. Puedo no elegir a mis gobernantes, pero no duden que los señalaré si están haciendo mal su trabajo. Quizás eso es lo que pretenden los ineptos que nos gobiernan: decir que si ellos lo hacen mal, la culpa la tienen quienes se abstuvieron, por no haber elegido a los otros.

Ahora, los que hacen campaña o andan en eso y buscan como locos votos para ellos o para sus candidatos, asumen una actitud parecida a esos gobernantes: candidatos, seguidores y jefes de campaña se dedican casi permanentemente a fustigar a los abstencionistas, para ir proponiendo desde ya a un responsable de su posible y quién sabe si eventual derrota en los comicios (a alguien hay que echarle la culpa). Pero yo les digo: en lugar de estar criticando a los que no votamos (me confieso desde ya abstencionista), deberían averiguar por qué no lo hacemos y convencernos con razones más convincentes, valga la redundancia. No usen siempre el mismo argumento, que más que argumento es una falacia (doy clases de aprender a pensar, por si están interesados).

Después de todo, la abstención no es una causa de nada; es un síntoma, a veces es hasta una consecuencia. No debe creerse, por ende, que la abstención es evidencia de una pobre cultura política, democrática o, peor aún, que sea la raíz de todos nuestros males como nación. En países como Japón la abstención sobrepasa el 60%. Averigüen. Y no me vengan a decir que los japonenes son unos bárbaros o unos atrasados. Además, por otro lado, tenemos el panorama opuesto: países donde hay muchas elecciones y donde la gente vota mucho; pero no se soluciona nada (adivinen de cuál país en particular estoy hablando).

Yo bien podría explicar por qué no lo hago, pero ése es mi asunto. Así como el voto es secreto, por quién votamos o no y por qué, los motivos para abstenerse también deberían serlo. En cualquier caso, no siempre son o pueden ser las mismas razones, ya que a mi entender no hay argumentos comodines, es decir, no hay una única razón válida para no votar, sino varias, distintas; pueden cambiar con cada elección y/o candidato. Yo he votado en algunas ocasiones, en otras no. Pero, lo que deben saber quienes quieren ningunearnos el derecho a la abstención es que la democracia también significa esto: no elegir es una elección.

No quiero, con estas líneas, convencer a nadie; no ando predicando la abstención. Sólo pido que respeten mi derecho a renunciar a mi derecho. No les digo que voten, ni que dejen de hacerlo. Usted es libre de votar o no, por quien quiera, por las razones que sean. Pero lo que sí puedo decir, para que me dejen tranquilo con mi conciencia (y de verdad que eso no me quita el sueño), es que los proyectos de país no se agotan en las propuestas de los dos bandos en pugna. Dicho de otro modo: la propuesta del chavismo y la de la oposición no coinciden con mi ideal de país. ¿Tengo que elegir a uno de los dos porque sí? Es como si tuviera que decidir, para casarme, entre dos personas que no me atraen en lo absoluto, sólo porque ya cumplí 40 años y aún estoy soltero.

En fin, la participación ciudadana no acaba ni comienza en el voto. Tenemos muchas maneras, no sólo de participar como ciudadanos responsables en las decisiones que nos competen en conjunto, sino de ejercer nuestros derechos y deberes, en el más amplio sentido de la palabra. Aunque nunca falta el tonto que te mira como si te menospreciara, porque él si votó y tú no. A pesar de que él no hace nada más como ciudadano, ya sea desde respetar un semáforo hasta no botar la basura por la ventana del carro. Hay unos que, como esos católicos que van a misa nada más en semana santa, son ciudadanos solamente el día de elecciones.

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Acerca de Rafael Victorino Muñoz 21 Articles
Escritor y profesor universitario

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