Henri Falcón rompió con el chavismo cuando el proyecto del fallecido presidente Hugo Chávez gozaba del mayor poder político-institucional-financiero y el más grande arraigo popular que líder y gobierno alguno hayan podido tener a todo lo largo de la historia republicana.
Falcón no solo se deslindó de Chávez y de su militancia en el PSUV, sino que se enfrentó firme y abiertamente a los excesos y desviaciones autoritarias gubernamentales, de las cuales ya venía discrepando internamente desde años atrás. Muy publicitado y crucial fue su total desacuerdo con la expropiación de galpones y terrenos de las empresas Polar en Barquisimeto, capital del estado en el que Falcón era gobernador. Su voz se alzó y resonó con la fuerza de quien asume sin vacilaciones la defensa de los derechos constitucionales de los venezolanos, en cuya autoría su nombre está inscrito por ser uno de los hombres y mujeres que integraron la Asamblea Constituyente de 1999 y suscribieron la Constitución Nacional vigente.
Ya en la oposición, Falcón no solo desafió y derrotó a Chávez en el estado Lara, donde fue ratificado con la más alta votación que gobernador alguno haya alcanzado en su reelección en cualquier estado del país, sino que además fue figura fundamental en la segunda candidatura presidencial de Henrique Capriles Radonski, cuya jefatura de campaña asumió con coraje y determinación.
El, a diferencia de algunos ultrarradicales de presunta oposición, no oculta su pasado chavista. Lo fue, aunque se definía como “chavista light”, razón por la cual era cuestionado por los sectores oficialistas más antidemocráticos. Curioso es que ahora, esa misma y ya vieja autodefinición le sea enrostrada como una grave debilidad, cuando haber sido “chavista light” es precisamente una de sus más grandes fortalezas a los efectos de conquistar al electorado chavista descontento y de liderar un proceso de transición pacífica y democrática en Venezuela con perspectivas reales de éxito.
Hace unos días, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, el uruguayo Luis Almagro, hacía gala una vez más de sus afanes por desmarcarse de su muy reciente condición de chavista duro. Almagro, por cierto, es de quienes quisieran ocultar la historia, ya que no pueden devolverla, para esconder declaraciones y actuaciones suyas en las que se babeaba por Hugo Chávez, a quien adulaba en vida y glorificaba ya muerto. Y para lograrlo, acusa a Falcón de peón de Nicolás Maduro, como lo hace el verdadero delincuente que ha despojado a alguien de su cartera y grita “¡Al ladrón, al ladrón!” para confundir y desviar a los transeúntes y a la policía.
La carta con la cual Falcón rompe definitivamente con Chávez y el chavismo data de febrero de 2010, es decir ocho años atrás. En contraste, hasta hace muy poquito tiempo Almagro exhibía sin recato su babosa adoración por Chávez.
Veamos las fechas y sus palabras.
En marzo de 2014, con Maduro en la presidencia desde hacía más de un año, al lanzar en la embajada de Venezuela en Uruguay unos sellos postales por el primer aniversario de la muerte de Chávez, el entonces canciller Almagro dijo que este “reinventó Latinoamérica” y que “hay un norte que tiene que ver con la integración que Chávez fue construyendo ladrillo a ladrillo”. Más aún, en esa ocasión dijo: “Es claro que si todos fuéramos más como Chávez, habría mejores condiciones de democracia, habría mejores condiciones de derechos humanos para todos nuestros pueblos en Latinoamérica. Ojalá que cada uno de nosotros, en el ámbito que corresponda, recoja su ejemplo y lo lleve adelante, como de alguna manera intento yo cada día”.
En septiembre de 2015, hace apenas dos años y medio, siendo ya secretario general de la OEA, entrevistado en Washington por mi hermano Vladimir, Almagro sentenció: “Chávez cambió completamente la arquitectura de las relaciones en nuestros países, demostró una generosidad extraordinaria, demostró una dimensión humana como muy poca gente”. Y la guinda del pastel: “Si yo tuviera que decir algo de Hugo Chávez, diría que es el político latinoamericano más grande, más genial en su dimensión intelectual y moral de los últimos 52 años”.
A Falcón jamás le oí ni le leí semejantes templadas testiculares con Chávez vivo, ni tampoco muerto.
Ahora resulta que el chavista duro Almagro, carente de toda autoridad moral, acusa al ex “chavista light” Falcón de querer legitimar a la dictadura venezolana porque como candidato opositor está a punto de derrotar electoralmente a Maduro.
Por argumento en contrario, vale también preguntarse: ¿Será que hay algún interés oculto en el llamado de Almagro a los venezolanos a abstenerse en las elecciones presidenciales del 20 de mayo? Él sabe muy bien que lo único que asegura la abstención es que Maduro continúe seis años más en el poder.
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