El aparente conflicto entre la ciencia y la religión es uno de los argumentos más frecuentes en el ateísmo de la modernidad, la ciencia aparece como quitarse el velo de la religión para poder partir en busca de verdades. Sin embargo, esta no es una preocupación exclusiva de nuestros tiempos, en la época medieval, ya existía dentro del cristianismo un debate en torno a la relación que existe entre la razón y la fe y si efectivamente podían convivir.
La teología natural (Ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones a la luz de los principios de la razón, independientemente de las verdades reveladas [RAE]) se presentó en un principio como un modo racional de sustentar la fe cristiana, en este sentido vale la pena preguntarse ¿de qué manera ocurría esto? En ese sentido podemos encontrarnos con múltiples formas de entender esta relación entre razón y fe, en este artículo nos limitaremos a dos nociones: La de San Anselmo de Cantorbery y la de Santo Tomás de Aquino.
San Anselmo: Una exhortación a la fe racional
Proslogion es uno de los libros más célebres de San Anselmo, en él, el santo medita en torno a las cosas divinas, no sin antes exhortar a su mente a la contemplación de Dios. Al hacerlo escribe lo siguiente:
No intento, señor, llegar a tu altura, porque de ningún modo puedo comparar con ella mi entendimiento, pero deseo entender de alguna manera tu verdad que cree y ama mi corazón. Yo no busco entender para creer, sino que creo para entender. Y también creo esto: que si no creyera, no entendería.
San Anselmo / Proslogion
En este fragmento, Anselmo de Cantorbery, nos muestra de un modo discreto, la manera en que entiende la reflexión teológica, de esto podemos entender que, del mismo modo en que todo razonamiento requiere de unas premisas de las cuales se siguen las conclusiones; la reflexión en torno a la materia divina, tendrá los dogmas de la fe como punto de partida, en ese sentido, la razón no sería el camino que recorre la persona no creyente para llegar a creer, sino el camino que debe emprender el creyente para comprender aquello en lo que cree.
En este orden de ideas, cuando el filósofo francés Émile Bréhier se refiere a la obra de Anselmo en su Historia de la Filosofía, escribe lo siguiente:
El pensamiento de San Anselmo es muy claro: Las escrituras y la iglesia imponen a nuestra fe dogmas, como los de la existencia de Dios y la encarnación; el hombre no puede aceptarlos sino por respeto a la autoridad, y la razón no puede conducirnos a ellos. Pero, aun cuando la fe existe, el hombre tiende por añadidura a pensar en los dogmas, a buscar sus motivos.
Émile Brehier / Historia de la Filosofía
Leyendo esto, hay algo que puede prestarse a confusión, y es que ¿se tiene la fe como premisa al momento de demostrar la existencia de Dios? En un libro titulado La Filosofía en la Edad Media, el medievalista Etiene Gilson se refiere al Monologium (obra escrita por San Anselmo) como una meditación sobre la esencia y existencia de Dios “en el que todo estuviera probado por la razón y donde nada absolutamente estuviese fundado en la autoridad de la escritura” y reafirma en este sentido algo fundamental, y es que Anselmo “no confunde fe y razón, puesto que el ejercicio de la razón presupone la fe».
En ese orden de ideas, entendemos que todo razonamiento que no parta de la fe puede conducir al error, (como leímos en una cita previa si no creyera, no entendería), sin embargo, el llamado es a comprender las verdades de la fe por medio de la razón (sin recurrir a la revelación).
Un ejemplo muy interesante del modo de razonar de Anselmo es su demostración racional de la existencia de Dios (conocida como el argumento ontológico) según la cual, al decirle un no creyente “algo mayor que lo cual nada pueda pensarse”, y éste entiende a qué nos referimos, Dios existe en su entendimiento, pero que algo de estas características no puede existir únicamente en el entendimiento, por lo que se seguiría que Dios existe verdaderamente.
Para que este argumento funcione hay una condición que resulta fundamental, y es la premisa de que Dios sea precisamente “algo mayor que lo cual nada pueda pensarse”, en ese sentido, la existencia de Dios sería demostrada por San Anselmo a partir de su esencia, por lo tanto, saber que Dios existe implicaría de antemano saber lo que Dios es, lo cual pone sentido al entendimiento de Anselmo de estas meditaciones, pues esta reflexión es perfectamente válida para que el creyente haga razonable su creencia, pero no sería fácilmente aceptable para el no creyente que podría no concedernos la premisa.
Para San Anselmo, el conocimiento racional de las cosas divinas parte del conocimiento de estas mismas cosas por vía de la revelación, es decir, que el uso de la recta razón sólo es posible bajo la luz de la fe. Sin embargo, un pensador escolástico que aparecería posteriormente en la historia pondría ante nosotros un nuevo modo de entender esta relación entre la fe y el conocimiento.
Santo Tomás de Aquino y el camino aristotélico
Santo Tomás entendería la relación entre fe y razón de un modo completamente distinto a Anselmo. Mientras que para el último la razón es una herramienta que está al servicio de la fe y facilita su comprensión; Tomás las distingue completamente, y establece entre ellas una relación de concordancia.
Esa relación es explicada por Gilson de la siguiente manera:
El ámbito de la filosofía proviene exclusivamente de la razón; es decir, que el filósofo no debe admitir nada más que lo que sea accesible a la luz natural y demostrable por sus propios recursos. La teología, por el contrario, se basa en la revelación, o sea, en fin de cuentas, en la autoridad de Dios.
Etiene Gilson / La Filosofía en la Edad Media
Al distinguir fe y razón (teología y filosofía), que es el modo en que la mayoría de las personas entiende esta relación en el mundo contemporáneo, se abren dos posibilidades; una es la del desencuentro, y la otra, que es la que adopta Tomás es la de la concordancia.
En este sentido, la ciencia y la fe pertenecen a dos ámbitos diferentes, cada uno con unos métodos y unos objetos de conocimiento diferentes, lo que hace de estas disciplinas complementarias, una nos permite conocer la naturaleza y la otra nos permite conocer las verdades divinas. Sin embargo, compartirá con Anselmo el hecho que, si bien es cierto que es posible razonar en materia de la fe, es sólo sacando consecuencias de otras verdades de la fe puestas como premisas.
Cuando Santo Tomás escribe sus evidencias de la existencia de Dios, dista de San Anselmo en el aspecto de que Dios puede conocerse sólo a partir del conocimiento de lo que este es, y en su lugar establece varias vías para encontrar racionalmente su existencia; de estas vías sólo abordaremos en estas líneas la segunda según la cual:
Nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. (…) En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta (…) lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. (…) Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios.
Tomás de Aquino / Summa Teológica
En la Summa contra Gentiles, Tomás de Aquino explica que el intelecto humano no puede captar la sustancia de Dios, esto porque nuestro entendimiento parte de lo que se percibe por los sentidos y que no podemos captar por los sentidos la sustancia divina. Por este motivo, la demostración que hemos leído previamente es una demostración estrictamente metafísica basada en el pensamiento metafísico de Aristóteles.
No cabe duda de que a lo largo de la historia ha habido desencuentros entre las instituciones religiosas y científicos o filósofos. Sin embargo, estas diferencias serían desencuentros entre dos visiones humanas y no de un conocimiento científico y un dogma religioso. Para entender el modo en que Santo Tomás aborda este tema, podemos recurrir nuevamente a Émile Bréhier, quien afirma refiriéndose al pensamiento tomista que:
La verdad no puede contradecir a la verdad; de aquí que ninguna verdad de la fe puede invalidar una verdad de la razón ni a la inversa. Pero como la razón humana es débil (…) se deduce que, cuando una verdad de la razón nos parece contradecir una verdad de la fe, podemos estar seguros de que la pretendida verdad de la razón no es sino un error y que una discusión más acertada nos mostrará su falsedad.
Émile Brehier / Historia de la Filosofía
A modo de conclusión
Ambos modos de entender la relación entre razón y fe revisados en este artículo abren para el creyente la puerta de la razón que permite fortalecer aquello en lo que cree, encontrando así dos modos de conocimiento que se complementan mutuamente.
¿Puede un ateo entender de este modo la relación entre la razón y la fe? Desde mi punto de vista la respuesta es afirmativa. Ciertamente esto sacaría a Dios del debate, sin embargo, es bien sabido que el método de las ciencias no es capaz ni de desmentir ni de afirmar nada en materia metafísica, por lo cual no tendría sentido para el no-creyente debatir estas cuestiones lo que no excluye el debate ético que pueda existir en torno, no a las verdades de la fe, sino con los actos cometidos por las personas que representan instituciones religiosas.
La historia de las ciencias nos ha demostrado que no existe un conflicto entre la ciencia y la fe (muchos de los grandes científicos han sido creyentes), sino un conflicto entre instituciones y hombres (muchos científicos han sido perseguidos por instituciones religiosas), sin embargo, existen muchas variantes y condiciones de posibilidad relacionados a los contextos que determinan lo pensado y lo dicho. La verdad, entendida como correspondencia entre el discurso y la cosa que se enuncia, hace que la verdad de los asuntos divinos no pueda ser afirmada con la certeza y precisión de las verdades relacionadas con la ciencia natural, por tal motivo, será eterna la duda, frente a la cual el creyente ha de reafirmar su fe.
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