La Neolengua de 1984 como medio de encauzamiento

En el tercer prólogo de la obra Orígenes del Totalitarismo, Hannah Arendt, manifiesta, no sin cierta inquietud, que pese a la criminalidad de los regímenes totalitarios unipartidistas surgidos en revoluciones ocurridas tras la Primera Guerra Mundial, la firmeza de su establecimiento reposaba sobre el apoyo de las masas. A lo largo de la obra se hace referencia a diversos mecanismos de persuasión y adoctrinamiento utilizado por los estados totalitarios, como la ideología, el terror o la propaganda. Sin embargo, de un modo completamente distinto, pero con los ojos en los mismos totalitarismos, la distopía de George Orwell abre la puerta a un mecanismo mucho más temible, el cual lleva por nombre la neolengua.

Cuando Syme habla con Winston sobre este lenguaje hecho a medida del Estado, le atribuye “la belleza de la destrucción de las palabras”, esto por ser el único idioma cuyo vocabulario disminuye diariamente. Esto, busca para el personaje el control de todo pensamiento posible, así lo deja ver cuando en la misma conversación dice a Winston:

¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre?

Una vez superados los suplicios, un instrumento de poder como la neolengua, sería una herramienta perfectamente complementaria de las ya existentes en lo que Michel Foucault llama, en Vigilar y Castigar, poder disciplinario (vigilancia jerárquica, sanción normalizadora y examen). Para el autor, el poder disciplinario, es, a partir del siglo XVII, un medio del buen encauzamiento que busca, principalmente enderezar conductas, en ese sentido afirma Foucault que:

La disciplina “fabrica” individuos; es la técnica específica de un poder que se da los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante que a partir de su propio exceso pueda fiarse en su superpotencia; es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada pero permanente.

Llegados a este punto, sólo queda pensar en torno a la posibilidad de existencia de una neolengua. En 1984, su existencia y aplicabilidad viene dada por el propio lenguaje que le enuncia y garantiza en el texto. En su Prefacio a la Transgresión, Foucault escribe lo siguiente: “La muerte de Dios (…), la prueba de la finitud (…) y el retorno sobre sí mismo del lenguaje en el momento de su desfallecimiento, encuentran una forma de enlace anterior a todo discurso (…). Lo que se desvela a este ojo, (…), es el ser del límite.

Para Foucault, el hombre de la episteme moderna está dominado por el trabajo, la vida y el lenguaje. Si nos referimos a este último, se afirma que es a través de las palabras del lenguaje, en las que se manifiestan todos los contenidos de su posible saber, y las cuales le preceden en tanto que son anteriores a él; las que le dominan como un objeto natural que será eventualmente olvidado en la historia, y es en este contexto en el cual se le es anunciada su propia finitud. El hecho de que para el autor, el hombre haga su aparición en la episteme moderna, se debe a que esta revelación de la finitud es necesaria, pues, sólo desde ella es que el hombre puede ser pensado. Esta experiencia, descubierta en el siglo XIX, no se encuentra alojada, dice Foucault, “en el interior del pensamiento de lo infinito, sino en el corazón mismo de estos contenidos que son dados por un conocimiento finito como formas concretas de la existencia finita”.

La necesidad de abordar esta analítica de la finitud en la episteme moderna para pensar en la neolengua de Orwell adquiere sentido, no en esta analítica en sí misma, sino en el acontecimiento que la ha hecho posible; la conversión del lenguaje en objeto. En este sentido, el pensador francés explica que los análisis de las estructuras gramaticales a partir del siglo XIX son independientes, y que ese ser propio que adquiere el lenguaje en esta episteme, rompe el paso ontológico que el verbo “ser” aseguraba entre el hablar y el pensar, y esto le convierte en una mediación necesaria para que todo conocimiento científico pueda ser convertido en discurso.

Es en ese carácter mediador entre el conocimiento y el hombre, donde la aplicación de una neolengua adquiere su posibilidad de aplicación, pues “los hombres que, al expresar sus pensamientos en palabras de las que no son dueños, los alojan en formas verbales cuyas dimensiones históricas se les escapan, creen que su propósito les obedece, no saben que se someten a sus exigencias. Las disposiciones gramaticales de la lengua son el a priori de lo que puede enunciarse en ella. La verdad del discurso está atrapada por la filología”.

La episteme moderna se convierte de este modo, en el único ámbito posible de existencia de una neolengua como mecanismo disciplinario, pues es en el marco de la conversión del lenguaje en objeto independiente, y en el encuentro de la finitud que permite la aparición del hombre, donde puede darse como posibilidad, cosa que no fue posible pensarse en la episteme clásica enmarcada en la representación, y qué tampoco podrá darse en ese punto donde la muerte de Dios trae consigo la desaparición del hombre y lo que Foucault ve avecinarse como “el retorno al comienzo de la filosofía”.

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Acerca de Juan Luis González Díaz 97 Articles
Periodista egresado de la Universidad Arturo Michelena (UAM) y maestrando en filosofía en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Es profesor de la Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA), fue profesor en la Universidad Arturo Michelena y posee estudios de diplomado en Análisis Político (UCAB) y Gerencia Pública y Gobernabilidad Democrática (UCAB). Ha desempeñado diferentes labores relacionadas con la comunicación social en medios como la revista digital enfocada a temas de DDHH y sociedad civil, Alternos.la; el diario La Región del estado Miranda o el portal web, El Pitazo.

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