Fin de mundo nuestro de todos los días

Muchas personas, por ejemplo las que nacieron antes que nosotros (gente de la edad de nuestros padres), usan a menudo la expresión “fin de mundo” para referirse a las que nacieron después (gente de la edad de nuestros hijos), o a sus acciones; con lo cual parece que el fin del mundo consiste en la desaparición de una serie de formas, prácticas, costumbres, creencias o tradiciones. De lo cual se infiere que quizás el mundo se ha acabado muchas veces, ya que cada generación tiene su forma de ser, hablar, pensar y hasta de hacer hallacas.

Lo cierto es que cada tanto a la gente le da por hablar del fin del mundo. Muchos aseguran que sus sistemas religiosos predicen el fin del mundo o el fin de los tiempos, que es como si fuera la misma cosa. Yo no sé bien lo que significa el fin del mundo. Creo que esto puede entenderse básicamente de cuatro formas:

a) La extinción de la raza humana, con lo cual termina el reinado del hombre (si es que es tal); pero el mundo sigue existiendo y las otras formas de vida siguen disfrutando del aire, el agua, el sol, quizás mucho más, ya que el hombre no estaría para contaminar. La mayoría de las religiones parece que llegan a pensar sólo hasta esta opción.

b) El fin de toda forma de vida sobre la tierra. Esto puede abarcar la vida animal, pero también la vegetal; quizás otras formas básicas de vida, como las bacterias, sobrevivan, ya que pudieron permanecer, adaptarse e incluso multiplicarse en condiciones adversas o por lo menos distintas a las actuales, según aseguran algunos teóricos. Pero todavía aquí no estamos hablando propiamente del fin del mundo o del fin de la vida.

c) La destrucción completa y total del planeta tierra con la consiguiente (o simultánea) desaparición de toda forma de vida, sea humana, animal, vegetal, bacteriana… Esta opción sí es más cónsona con la frase “fin del mundo”.

d) La destrucción completa y total del universo, lo cual abarca todo lo previsto en los puntos “c” (planeta tierra), “b” (toda forma de vida) y “a” (vida humana). ¿Qué podría ocasionar una destrucción de tal magnitud? Sería algo inconcebible (por lo menos a mí no se me ocurre nada cuya fuerza sea capaz de destruir un universo cuyos límites tampoco soy capaz de imaginar).

La literatura, y sobre todo la cinematografía, se han encargado de proporcionar a nuestra imaginación abundantes ejemplos sobre las causas posibles que ocasionarían un evento catastrófico que llevaría a la destrucción del mundo: un cometa, el reacomodo de las placas tectónicas de la tierra, una serie de volcanes, una nueva era de hielo, infinitas tormentas y huracanes. Aunque para ser sinceros, a menudo en estas películas no llega a suceder ni siquiera “a”, mucho menos “c”; es decir, el ser humano, o al menos un grupo de privilegiados (entre los que se cuentan los protagonistas de la película) sobreviven. Entonces lo que sucede es algo como el diluvio: un cataclismo, un reinicio, una nueva oportunidad.

Yo no sé por qué las personas vuelven una y otra vez sobre la misma idea del fin del mundo. A veces yo me pregunto si será que lo desean, como si fantasearan con eso. Algunos hasta le ponen fecha a la cosa o dicen que según su sistema de creencias hay una fecha, que coincide casualmente con tal año de su calendario. Pero el mundo y el universo tienen muchos años, el hombre menos; aún más reciente es su forma de fechar el tiempo.

Los aztecas tenían un calendario: se acabó en el 2012 (en esta fecha muchos recayeron en la creencia de la que hoy hablamos). A lo mejor a los aztecas no les dio tiempo de hacer la segunda parte de su calendario, porque llegaron los españoles. Pero lo cierto es que para ellos, los aztecas, el mundo se acabó hace mucho tiempo. Por otra parte, el calendario gregoriano que actualmente usamos, fue establecido en 1582. Todavía no cumple 500 años, y nuestro planeta pasa de 4.600 millones. Sin embargo el hombre cree que su manera de medir el tiempo tiene algo que ver con el universo, o aún que éste puede ser afectado por aquello: el fin de un milenio según nuestro modo de medir el tiempo no le importa al universo. Así que toda pretensión de fechar un evento catastrófico de gran magnitud luce ridícula.

Si yo tengo un calendario que llega hasta el año 2015, lo más sensato sería pensar en que tengo que comprar uno nuevo, y no andar creyendo que por causa de ello se me va a acabar la vida o la del planeta. La mayor parte de los eventos significativos de nuestra vida o de nuestra historia no coinciden necesariamente con el inicio de un nuevo año, un nuevo siglo o un cumpleaños. Si llegara a ocurrir algo como el fin del mundo no nos enteraríamos antes, ni siquiera el día después, porque ya no estaríamos aquí.

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Acerca de Rafael Victorino Muñoz 21 Articles
Escritor y profesor universitario

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