Fernando Savater en su libro “Política para Amador” se hizo una pregunta: ¿Qué criterios hay que seguir para designar a los que van a mandar? En la antigüedad la fuerza física y la sabiduría, o sea los conocimientos ganados a base de experiencia, formaban dos argumentos eficaces que hacían conveniente la obediencia.
Para estos pueblos lo principal de vivir en comunidad era la supervivencia, preservar la vida humana, cazar para alimentarse, entre otros factores que constituían las necesidades básicas o primordiales.
Con el pasar del tiempo, cuando las sociedades fueron aumentando su población y creándose diversas ocupaciones, los asuntos políticos se hicieron más complejos. Los problemas que tenían que resolver los jefes no solo eran la caza y las guerras, sino también tomar decisiones más complicadas. De modo que en las sociedades más desarrolladas, estables y comerciales. Los criterios básicos de la fuerza y el conocimiento se hicieron mucho más difíciles de aplicar que antes, claro está que aún seguían valiendo pero se debía perfeccionar un poco más.
En la actualidad, la política ha sufrido grandes transformaciones basándose en planes de gobierno, partiendo de estrategias y objetivos nacionales e internacionales puntualizándose en seguridad, salud y economía. Todo esto debe crearse tangible para la sociedad a través del poder de la palabra, llevado de un buen discurso que formen niveles de aprobación y así posicionar a los líderes en el poder.
«Hay que meterse escuela por escuela, niño por niño, liceo por liceo, comunidad por comunidad. Meternos allí, multiplicarnos, así como Cristo multiplicó los penes». Esto fue pronunciado el 28 de agosto de 2013 por Nicolás Maduro. “Perdón, los peces y los panes, me perdonen la expresión” enmendando su error rápidamente.
Aparte de “la multiplicación de los penes” el Presidente de la república es criticado en medios de comunicación, sitios web y redes sociales por sus errores frecuentes en discursos públicos. Acostumbrado a dirigirse para resaltar el respeto a ambos sexos, como “compañeros y compañeras”, Maduro expresó en Agosto del 2014 “Hoy nuestro pueblo brilla en la política, en la cultura, en el deporte. Hoy tenemos millones y millonas de Bolívar”, inmediatamente formándose como motivo risas y burlas en las redes sociales.
¿Es posible que una sociedad soporte las ordenes de alguien con tan poca educación para cometer errores tan básicos gramaticales y semánticos? A pesar que actualmente la sociedad está plagada de tecnología y evoluciones, se encuentra llena de ideas que, aunque a simple vista demuestren la importancia de la unión y el respeto hacia las demás personas, está sumergida de contrariedades que crean el retraso del tiempo de la evolución del hombre.
Aparte de la fuerza y el conocimiento, las personas también necesitan afecto, sentirse aceptados y queridos, en lo cual la gran parte de la campaña electoral del actual presidente de la República se basó en esta estrategia, sin dejar de jugar con el sentimiento del afecto generado por su elección publica y emotiva por Hugo Chávez meses antes de morir.
En octubre de 2013, el nivel de aprobación de Maduro se ubicaba entre 45 y 50 % en donde se afirma que se debía posiblemente a la aprobación heredada por Hugo Chávez indicada anteriormente. Un año más tarde, en octubre de 2014, el nivel de aprobación del Mandatario era de 24.5 % de acuerdo con las encuestas publicadas por Datanálisis. Posteriormente en noviembre de 2014, las encuestas indicaban que más del 66 % de los Venezolanos opinaban que Maduro no finalizaría sus seis años de mandato, quedando con solo un 25 % de aprobación.
Pero este contundente declive en la aceptación del “elegido de Chávez” no solo se debe a su poca educación al hablar, sino también a la caída mortal de la economía venezolana que para los economistas ha conducido al país a una hiperinflación. De modo que la continuidad del mandato del actual presidente de la república se encuentra en total incertidumbre, no necesariamente basado por algún golpe de estado, sino a consecuencia en gran parte de su ineficiencia dentro del poder.
Antmar Quevedo
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