¿Venezuela democrática o anárquica?

Antes de responder esta interrogante es importante recordar el pasado para no cometer los mismos errores en el presente y así desarrollar el futuro, que es incierto pero seguro, el cual depende de nuestras acciones. Durante trescientos años Venezuela fue colonia dependiente de los reyes de España hasta el 19 de abril de 1810, que fue cuando los patriotas venezolanos quitaron el mando al último de los capitanes generales que gobernaba nuestra tierra en nombre del Rey.

En este periodo se instaura la primera Junta de Gobierno denominándose como Junta Revolucionaria y Congreso Nacional de Diputados, hoy día Asamblea Nacional, anticipo a la independencia nacional y posteriormente su concertación el 5 de julio de 1811 siendo así ejemplo para el resto del continente.

La Venezuela de mis parientes, abuelos y padres era un país promisorio y todavía lo es, sus riquezas han sido infinitas y todavía lo son, que todo estaba por hacer y está por realizarse. Se había logrado desmontar con prudencia la estructura política dictatorial y provinciana que envolvía al país desde hace mucho, cuando un campesino analfabeto como Juan Vicente Gómez se adueñó de la nación; y es allí donde difiero de muchos, en decir que todos los “militares” eran o son malos, ya que gracias a la visión del general Eleazar López Contreras el país tomo un respiro al cambio desde 1909 según me relatan.

Hoy día la Venezuela donde nací es un país de mucha innovación, alegría, entusiasmo y con ganas de competir con los mejores del mundo, pero no está al margen ya que se encuentra reprimida y estancada en politiquería abstracta que beneficia a unos pocos, destruyendo a la mayoría.

Según la definición de democracia, “doctrina política que es favorable a la intervención por parte del pueblo en el gobierno político de un Estado” creo que ocupa un nivel teórico, más no en acción, aunque se hizo un gran avance con la reforma constitucional del 99, aunque esta necesita pulirse, ya que se cumple la frase “todo lo bueno siempre trae algo de maldad”, lo cual me lleva a definir a este tipo de gobierno como una anarquía dominada por el desorden, confusión por ausencia o hasta la debilidad de la misma autoridad pública, basado en un modelo burocrático.

Mi consideración de que este gobierno está basado en un modelo burocrático, se sostiene en que es un “modelo de organización y gestión que no surge arbitrariamente sino que fue pensado como una superación de lo existente en determinado momento”.

Esta organización son normas que aparecen como superadoras de los restos de la dependencia, permitiendo unificar y administrar un Estado como un todo y no como dependencias; respondiendo a un interés superior que se impone sobre los intereses particulares, siendo de manera jerárquica preservando la administración de los cambios políticos, y lo hemos visto en la rotación de nombres en los ministerios, en su mayoría de escasas caras nuevas.

El objetivo de este tipo de gestión siempre fracasa cuando todo sale de sus manos y es porque el objetivo central es alcanzar el máximo control, que por tanto lleva a la lentitud intencional, siendo considerado impropia para una sociedad como la nuestra.

Vivimos en el peso de una pre-dictadura megalómana y represora que desconfía de la inteligencia, que cifra su imagen e “inmortalidad” en sus obras inconclusas o ineficientes, siempre culpando el pasado de nuestros problemas actuales, pero tengamos en cuenta que en los tiempos de Gómez el Estado se había encargado del hombre, en los cincuenta el Estado era una figura casi religiosa: como Dios, podría darlo todo y quitarlo también a quien no se sometiera a sus propósitos.

Todavía hoy más que nunca la nueva generación que empezamos a congregarnos en las universidades, ejemplo de aquellos del 60, como refiere Marcel Granier, estamos ansiosos por recuperar y rememorar el tiempo perdido, por dejar atrás el aislamiento, las mordazas, la preparación intelectual mediocre y defectuosa. Gracias al inicio de la democracia (23 de enero de 1958) sabemos que la ilusión de vivir en ella no basta por sí sola para cuidar el país, que si todo se calla, ella se enferma, hasta caer en manos inescrupulosas por exceso de confianza, y es allí donde el Estado se aprovecha y vacila porque nos hace creer que somos beneficiarios pero somos sus víctimas propiciatorias.

Nací en una Venezuela de esperanza y veo con tristeza como el poder se presta para todo, hasta la mezquindad política y el afán de poder por el poder, que han puesto ciegos a muchos, convirtiendo a una parte de la sociedad en escépticos. Pero sigo creyendo que todo está por hacer, que a pesar de todo lo malo nuestras riquezas siguen fértiles, siendo lo más importante nuestra gente (recurso humano) más valioso que antes.

Creo que es necesario recordar aquellos impulsos de cambio en nuestra historia, para retomarlo con base sólida, tratando de rescatar esa confianza en nuestras propias fuerzas que han sido maltratadas muchas veces por los dirigentes del Estado y los que prosperan a su sombra de manera directa.

Siempre es bueno recordar que “la justicia del hombre es injusta pero la Divina es recta” y que nada es eterno, solo Dios sabe que nos tocara vivir dependiendo de nuestras acciones en el ahora.

PD: Calificación no hace profesional ni brinda éxito en el entorno, la respuesta está en nuestras buenas acciones con integridad y humildad.

Gustavo Villegas

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