Tolkien y el mal: El problema del mal en la tierra media

Y allí estaba Frodo, pálido y consumido, pero otra vez él, y ahora había paz en sus ojos; no más locura ni lucha interior ni miedos. Ya no llevaba la carga consigo.

J.R.R. Tolkien – El Señor de los Anillos

Introducción: Tolkien y el Silmarillion  

El Hobbit y el Señor de los anillos son dos novelas muy diferentes entre sí. Mientras que la primera es un o de esos libros escritos para niños que con frecuencia merece ser leído y releídos por adultos, el último es una novela con un ritmo más variable, problemas más complejos y un desarrollo de historia que le ha vuelto uno de los libros más leídos de la literatura contemporánea.

Sin embargo, tener una compresión más profunda, tanto del universo en que se desarrollan los acontecimientos narrados en estas historias como de buena medida del pensamiento del “viejo profesor”, requiere volver la mirada sobre las páginas de un libro más complejo que lleva por nombre: El Silmarillion.

Este libro narra la historia del universo literario creado por J.R.R Tolkien desde su creación, sin embargo, a pesar de ser el primer libro que empezó a escribir, nunca lo llegó a ver publicado; la labor de reunir las historias entre los muchos borradores dejados por el autor hasta lograr una versión final publicada de marea póstuma, quedó en manos de su hijo Christopher Tolkien,  quien escribió en el prólogo que con el paso del tiempo “las preocupaciones teológicas y filosóficas fueron desplazando a las mitológicas y poéticas”.

Esto claramente ha hecho del Silmarillion un libro que no es especialmente fácil de leer al no tener el ritmo narrativo del resto de los libros, sin embargo, esa complejidad representa en buena medida una parte muy importante de su belleza, pues la cosmología presentada por Tolkien en esta obra pone sobre la mesa problemas filosóficos tan interesantes como la muerte, el amor y el mal, tema al que dedicaremos las siguientes líneas.

El origen del mundo en el universo de Tolkien

La juventud de J.R.R Tolkien estuvo marcada por la conversión de su madre al catolicismo, el retiro del apoyo económico familiar a partir de ese acontecimiento hizo que el futuro escritor se reafirmara en sus creencias, a esto se suma el hecho de haber sido educado en su orfandad por un sacerdote católico de Birmingham.

La cosmología de la tierra media hereda del cristianismo su origen, pues al igual que en las historias bíblicas existe un único Dios, que recibe los nombres de “Eru” e “Ilúvatar” que crea en principio a unos seres divinos que le acompañan (los Ainur).

La creación del mundo nace de una gran música entonada por estos seres, en los que cada uno hace su aporte, sin embargo, el más poderoso de esos seres divinos (Melkor, que ocupa el lugar de Luzbel quien posteriormente se convierte en Satanás) decidió hacer estridencias para poder acaparar más que el resto de estos seres, que posteriormente renegarían de él y pasarían a llamarle “Morgoth”.

Si bien este punto parecería distanciarse del entender cristiano, hay que resaltar dos cosas, el mundo que se muestra ante los ojos de los Ainur sólo es una visión, es decir, que no tiene una existencia por sí mismo, y la segunda es que a pesar de que Melkor parece crear cosas al distanciarse de la melodía, esta posibilidad queda descartada por el siguiente fragmento:

Poderosos son los Ainur, y entre ellos el más poderoso es Melkor; pero sepan él y todos los Ainur que yo soy Ilúvatar (…) Y tú, Melkor, que ningún tema puede crearse que no tenga en mi su fuente más profunda, y que nadie puede alterar la música a mi pesar.

J.R.R. Tolkien – Ainulindalë (Contenido en el Silmarillion)

Este fragmento deja en evidencia que al igual que en la tradición judeocristiana, Dios tiene un rol activo en todos los acontecimientos que tienen lugar en el mundo, cosa que se reafirma más adelante, en el momento en que Ilúvatar da ser al mundo y permite que aquellos entre los seres divinos que quieran estar en él puedan hacerlo.

Si Dios creó todo lo que existe… ¿Dios creó el mal?

En el momento de crear su universo literario, Tolkien se encontró con el mismo dilema que el cristianismo, la respuesta ante el dilema también es parecida; pues si Dios creó todo lo que existe y Dios es bueno por lo que no puede hacer algo malo: El mal no existe.

Esto puede parecer extraño y contradictorio al mismo tiempo, sin embargo, esto puede profundizarse, decir que el mal no existe, al menos en sí mismo, parece ser algo que contradice la presencia de los orcos, los Balrogs y demás criaturas terribles que aparecen en las historias, del mismo modo en que vemos mal en el mundo que nos rodea; sin embargo, El viejo profesor se apega en este aspecto a que nada que existe es malo por sí mismo sino que es la corrupción de algo bueno. Esto puede apreciarse en varios casos, los Balrogs y Surom, son corrupciones de los Ainur.

En resumen, el mal en la tierra media, igual que en la tradición cristiana que se apoya en el pensamiento del filósofo San Agustín de Hipona, tiene sus orígenes en el mal moral, asunto sobre el que reflexionaremos en este último apartado de este artículo.

El mal y la libertad: Tolkien y su ética cristiana

En un libro titulado Del libre albedrío, el filósofo cristiano San Agustín escribió que el origen del mal era la concupiscencia, palabra que se refiere al deseo de cosas terrenas, materiales o deseo sexual exacerbado, de ese modo el deseo de placeres podría llevarnos a usar nuestra libertad para hacer el mal.

Sin embargo, en el libro, el cual ha sido escrito en forma de diálogo, su interlocutor de responde a esto con otra pregunta: ¿por qué Dios nos da la libertad si por ella pecamos y nos alejamos de él?

Esta pregunta estableció la ética de la doctrina agustiniana y una de las enseñanzas más bellas que podemos extraer de una lectura profunda de las obras de J.R.R Tolkien, y es que esa misma libertad por la que podemos ser malos, es la que nos permite ser buenos.

El amor, la misericordia, el perdón y demás cosas que en el cristianismo se consideran virtudes sólo pueden hacerse desde una libertad libre. Cuando Frodo (nombre que se puede traducir literalmente como sabio) lleva consigo un anillo con la voluntad del ser más maligno de la tierra media, lo que hace es someterse a lo largo de todo el viaje a una prueba de resistencia. Por una parte, el anillo es la tentación del poder y la impunidad, probablemente los elementos más seductores que existen, y contra eso, la buena voluntad de destruirlo.

Sin embargo, Frodo no resulta ganador, la voluntad del protagonista flaquea en el último momento, es en ese momento donde la casualidad (quizás atribuible a la providencia) logra poner las cosas en orden y cerrar de ese modo la guerra del anillo.

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Acerca de Juan Luis González Díaz 97 Articles
Periodista egresado de la Universidad Arturo Michelena (UAM) y maestrando en filosofía en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Es profesor de la Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA), fue profesor en la Universidad Arturo Michelena y posee estudios de diplomado en Análisis Político (UCAB) y Gerencia Pública y Gobernabilidad Democrática (UCAB). Ha desempeñado diferentes labores relacionadas con la comunicación social en medios como la revista digital enfocada a temas de DDHH y sociedad civil, Alternos.la; el diario La Región del estado Miranda o el portal web, El Pitazo.

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